Un homenaje a los pequeños placeres y al gozo de compartir mesa.
«De noche, algunos cuentan ovejas y otros leen novelas de misterio. Yo me tumbo en la cama y me pongo a pensar en comida.» Entretejiendo reflexiones y recuerdos de varias décadas entre fogones y libros junto a sus más infalibles recetas, la novelista Laurie Colwin nos invita a redescubrir el placer de cocinar con alegría y sin complejos. En capítulos como «A solas con una berenjena», «Cenas vomitivas. Mi testimonio» y «Aleta de ternera rellena. Una mala idea», la autora comparte divertidas anécdotas —cómo preparar pasta en un minúsculo apartamento en el Nueva York de finales de los sesenta, dar de comer a una multitud de estudiantes en huelga u organizar una cena y lidiar con invitados tiquismiquis— y ofrece útiles consejos tanto para neófitos como para entendidos.
Publicado en 1988, este célebre libro, a medio camino entre las memorias y el recetario, es un homenaje a los pequeños placeres de la cocina y al gozo de compartir mesa, un auténtico festín literario que ha conquistado a varias generaciones de lectores. Cercana y honesta, Colwin nos habla como lo haría una buena amiga y nos invita a vivir nuestra relación con la cocina con curiosidad, generosidad y optimismo.