¿Quién es Jonathan Arribas, el joven escritor zamorano autor de «Vallesordo»?
Hablamos con Jonathan Arribas sobre su novela debut, Vallesordo, un relato tierno y auténtico sobre crecer en un entorno rural.
Nico, el protagonista y narrador de la obra, es un niño que vive en un pequeño pueblo de Zamora. Junto a sus amigos Izan y Telma, pasa el que posiblemente sea el verano de su vida jugando a polis y cacos en la plaza, yendo en bici y bailando las coreos de su reality favorito Fama, ¡a bailar! Es lo que más le gusta, además, tiene que practicar, pues, en septiembre es el casting para la edición infantil del programa y no va a perdérselo por nada del mundo. El único problema es que la prueba es en Zamora capital y no tiene a nadie que lo lleve.
Vallesordo, cargada de autenticidad, emociona con la historia y la voz de Nico, despertando el recuerdo de nuestra propia infancia con sus dudas, miedos y esperanzas. Arribas —llamado a convertirse en uno de los escritores más interesantes de su generación— hilvana un tierno relato sobre la dificultad de ser uno mismo; y lo hace tejiendo una novela llena de vida, repleta de entrañables personajes, como Abuela o Tía Justi, y con un paisaje, el de la Zamora rural, cuyo carácter se cuela en la narración.
¿Cómo surge Vallesordo?
Estaba cursando escritura creativa en la Complutense y debía escribir una novela como trabajo de final de máster. Me puse a ello, pero no avanzaba. Una noche de insomnio leí una reseña de Rodrigo Fresán que hablaba de un libro de Edmund White, Historia de un chico. Al día siguiente busqué el libro, lo empecé a leer y sentí que muchas cosas de esa historia me interpelaban. En las hojas en blanco del final del libro anoté: «Ideas para un libro», así que a medida que leía a White, fue surgiendo Vallesordo.
¿Por qué eliges tu Zamora natal para ambientar la novela?
Cuando empecé a escribir la novela, llevaba tiempo escribiendo columnas para La Opinión de Zamora. En ellas, hablaba sobre la infancia, el mundo rural, la relación entre abuelas y nietos, etc. De hecho, hay una en la que sale Nico, que se llama Niño pelirrojo sobre fondo verde. Fue la primera vez que escribí sobre ese personaje. Creo que el mundo de «Vallesordo» llevaba largo tiempo en mi cabeza. Muchos de los lugares que salen en la novela son lugares que existen en los dos pueblos donde pasé la infancia y la adolescencia: Montamarta y Palacios del Pan. Así, como curiosidad, el bar en el que me inspiré para crear el bar de Vallesordo lo demolieron este verano. Ahora es una explanada de tierra. Casi me da algo cuando lo vi.
La voz de Nico, el niño protagonista, es uno de los grandes hallazgos de la novela.
En las primeras versiones del libro, la historia estaba narrada por un adulto que nos recordaba su niñez, y la voz del niño solo aparecía en algunas escenas. Mientras escribía, me di cuenta de que la voz del niño iba tomando protagonismo. Era como si el Nico niño le dijera al Nico adulto: «Esta parte es mía, así que déjame contarla entera a mí». Fue como si el Nico niño se rebelera de alguna forma. Ya llevaba un año y medio escribiendo, pero sentí que ese era el camino a seguir, así que reescribí la novela.
Nico tiene un sueño, pero su entorno no cree en él. Esta historia también nos habla de cuán difícil y solitario puede llegar a ser crecer en un pueblo, sobre la lucha por intentar ser uno mismo.
Nico es un niño bastante valiente. Tiene unos amigos (Izan y Telma) que le quieren y que le hacen compañía, aunque pasa mucho tiempo solo y siente que quienes le rodean no entienden muy bien su relación con el baile. Al crecer en un lugar donde no hay referentes cercanos en los que poder fijarse, encuentra en la tele, en Fama, ¡a bailar!, una puerta de entrada a un mundo de baile y fantasía que le encandila. Creo que porque la intensidad de ese mundo y la intensidad de Nico son parecidas. Fuera de ahí, es como si nunca encontrase una correspondencia para esa intensidad.
La familia es otro de los temas de la novela...
A medida que reescribía, fue teniendo cada vez más importancia y me gusta que haya sido así. Al principio, me resultó complicado darle ese papel desde los ojos de Nico, porque la gracia de este tipo de narrador es que no puede sacar conclusiones. También a medida que se fueron perfilando los personajes del padre y de la madre les fui cogiendo cariño, entendiéndolos de alguna manera, y eso hizo que quisiera escribir más sobre ellos.
Ibas para abogado y vivías en Madrid. ¿Cuándo descubriste tu vocación literaria?
Me asenté en Madrid después de estar un año de Erasmus. Empecé a pasar mucho tiempo solo y me di cuenta de que había llegado a un lugar más por inercia que por deseo. Estaba en un punto de mi vida en el que no sabía ni quién era ni por qué estaba haciendo lo que hacía. A la pregunta de ¿quién soy?, no sabía responder. Y empecé a preguntarme: ¿y quién fui? Entonces ahí empecé a mirar en la infancia desde un lugar distinto. Cuando era adolescente, y hasta los veinte años o por ahí, no me gustaba pensar en mi niñez porque ese niño me devolvía una imagen de mí mismo que no me gustaba. Al final, yo creo que fui un niño bastante mariquita y a los veinte no estaba aún preparado para asumir eso, pero ahora sí. Me di cuenta de que eso que me avergonzaba era una parte muy importante de lo que yo realmente era/soy. No fueron unos años fáciles. Y pensar en el arrojo que yo tenía de niño me ayudó a seguir. Y supongo que amplificando esa emoción fue como llegué hasta el personaje de Nico.
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